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sábado, 27 de junio de 2015

Violet. Sección oficial del Atlántida Film Fest

¿Quién no ha sufrido una pérdida de un familiar o de un ser querido y le ha sido difícil aceptarlo, asumirlo? De eso trata "Violet", única y exclusivamente de eso, plasmado en la figura de Jesse, un adolescente que además de perder a su hermano presenció su muerte.
Pienso que no es un error de Bas Devos, director y guionista, el querer centrarse únicamente en esa fase de aceptación, que es sin duda la más difícil, ya sea cuando hay una muerte o cuando tenemos un problema serio como la depresión o una adicción, lo que si veo equivocado es que todo se nos transmite de una forma demasiado impersonal. No hay verdaderas reacciones emocionales de nadie, incluido el protagonista hasta muy avanzada la película, lo cual hace muy complicado identificarte con lo que estás viendo, máxime cuando hay momentos de imagen fija o de cámara en movimiento en los que no sucede absolutamente nada.
Devos es tan aséptico en su narración, que cuando usa imágenes o escenas determinadas para impactarnos, para que permanezcan en la retina sientes que va por el camino fácil. A eso también ayuda muy poco los diálogos, no por escasos, que lo son, sino porque no nos aportan nada de cara a conocer qué sentimientos, qué ideas rondan por la cabeza del chaval. Puedes imaginártelos claro, porque viendo la cinta deben resultar obvios pero creo que todo es demasiado contemplativo y se abusa de los chavales haciendo virguerías con sus bicicletas, hasta tal punto en que hay momentos donde tienes la sensación de estar viendo un vídeo que alguien cuelga en las redes sociales para enseñar lo que ha estado haciendo con sus colegas.
Casi diría que esta ha sido la película que más sensaciones encontradas me ha producido a la hora de valorarla porque por un lado es tremendamente lenta y es muy difícil conectar con lo que está pasando en pantalla, mientras que por otro Bas Devos ha arriesgado mostrándonos a unos jóvenes y a una familia que no saben muy bien cómo reaccionar pero que no cae en lo típico de enseñarnos a chavales cometiendo excesos; no hay violencia al uso, no hay drogas, sexo o alcohol, no hay una espiral de autodestrucción que habría sido lo más sencillo y eso es para mi un mérito en una época en que el morbo es lo primero en cualquiera de sus vertientes.
Recomendar este film es tan complicado como con la mayoría de las que estoy visionando en el festival pero cuando menos me ha generado el suficiente interés por su director como para darle una oportunidad a sus próximos trabajos.
Nota: 5

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