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sábado, 12 de diciembre de 2015

Extraños en un tren, notable cesto para mimbres tan modestos

Había oído hablar de esta película de Hichkock pero no tenía ni idea de qué trataba así que cuando retomamos nuestra andadura como matrimonio bloguero de nuevo, decidimos vernos cuatro películas de las que vamos dando cuenta a todos vosotros que sé que os gusta leernos. Todos y cada uno de los actores de esta cinta eran completamente desconocidos para mí, igual que los personajes que casualmente se encuentran en un tren y de la manera más absurda uno de ellos hace una proposición completamente indecente y amoral al otro protagonista.
Es curioso como algunas personas simplemente por el hecho de ser amables y escuchar a su intelocutor éste puede llegar a conclusiones completamente erróneas como ocurre ciertamente en la película. Creo que la elección de los actores es acertada ya que reflejan claramente la personalidad del personaje.
Farley Granger como el hombre famoso por su carrera como tenista que desea casarse pero tiene serios problemas para conseguir el divorcio de su anterior esposa. O Robert Walker como el hombre que escucha y entiende lo que que quiere metiendo a nuestro protagonista en un grave aprieto. Me llamó poderosamente la atención el personaje de la mujer que se niega a concederle el divorcio, mujer casquivana y fea de narices, lo siento me pareció muy fea con unas gafas de culo botella que mientras veíamos la película nos preguntábamos si realmente el personaje necesitaba llevar esas gafas tan horrorosas o es que la actriz que se llama Ruth Roman, no veía tres en un burro.
Sin ser para mi una de las mejores películas de este gran maestro del celuloide, como es el tito Alfred, vale la pena tenerla en cuenta solo por la fantástica trama. Los extraños lo son hasta que se conocen pero que fácil fue conocerte y convertirte en mi alma gemela.
Fíjate cariño que yo contigo jamás he tenido la sensación de hablar con una extraña, ni siquiera en los primeros tweets que cruzamos hace ya año y medio aunque, seguramente, si nuestra primera conversación hubiera sido como la que los protagonistas de esta pequeña pero maravillosa historia de un realizador que me entusiasma todo habría sido muy diferente. Tú y yo nunca hemos sido extraños del todo pero cuánto extrañaba el ver y escribir después sobre cine clásico contigo. Por fortuna, ni yo era nadie famoso ni tú una admiradora con serios problemas mentales, como el que se acerca al tenista que encabeza el reparto.
Si por algo me atrapó desde esos primeros instantes la cinta, igual que tú me atrapaste desde los primeros días, fue por esa capacidad de Hitchcock de crear una tensión que no nos abandonará en el resto del metraje y que escenifican de una manera sobresaliente Farley Granger y Robert Walker, clavando cada uno su papel de hombre atrapado por las circunstancias y de psicópata respectivamente.
No es de extrañar la solidez del guión pues, no en vano, adapta la novela de Patricia Highsmith, que demostró sobradamente en su época una capacidad innegable para el thriller con obras que además de conocidas, han sido también adaptadas con muy buen criterio como por ejemplo "El talento de Mr. Ripley". Esto nos puede hacer pensar que cuando un libro es bueno, que la adaptación lo sea es sencillo cuando cae en las manos adecuadas.
Hasta cuando el maestro del suspense se ponía a hacer proyectos sin estrellas de relumbrón, o con pocos medios, algo que veremos en breve con la crítica de "La soga", era capaz de sacar el máximo rendimiento a la historia, el reparto y dejar siempre su sello con ángulos de cámara imposibles como ese que veremos en el parque de atracciones en uno de los momentos más intensos del film.
He de reconocer que para mi la manera de hacer cine de este hombre me atrapa de una manera que suelo ser más indulgente o dejarme llevar más por eso a la hora de valorar que mi querida Sra. Purgatorio pero, no sé, estas películas pequeñas, tan cuidadas en lo importante, que es mantenerte pegado al sofá, una pena no poder disfrutarlas todas en pantalla grande, siempre ganan enteros conmigo a la hora de valorarlas.

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