La película se desarrolla en los principios del siglo XIX cuando los barcos negreros eran el gran negocio que reportaba pingües beneficios no sólo a los colonizadores sino a las propias tribus africanas cuyos líderes no tenían reparo alguno en vender a los de su propia raza. Me entristeció en sumo grado saber que los propios negros participaron en la trata de personas contribuyendo al fomento de la esclavitud.
Ese era el trasfondo, luchas tribales en las que participaban activamente mujeres que defendían a su rey como el más aguerrido de los soldados. Un ejército de amazonas dispuestas a morir matando por la soberanía de su pueblo. Me gustó ver a estas mujeres libres tomando su decisión sin coacción y formarse como valientes soldados bajo el mando de una general. Me encantó la música, los maravillosos tambores africanos que te transportan al continente negro y los pies se te van en la butaca. No solo Davis está soberbia sino que otras actrices menos conocidas bordan sus interpretaciones. Pero esto ya se lo dejo al Rey de mi corazón.
Pues si mi Reina, a Viola Davis hay que ir a verla siempre que se tercie. La fuerza que transmite esta actriz seguro que ha contagiado a sus compañeras de reparto, porque las sensaciones que transmiten todas son impresionantes. Te hacen sentir casi en esa África de hace dos siglos y por supuesto ponerte de su lado.
También te pones de lado del Rey masculino, interpretado muy bien por John Boyega, y que las respeta como lo que debieron ser, iguales e incluso superiores en estatus a muchos hombres.
La ambientación tan colorista, el ritmo, la dirección de Gina Prince-Bythewood y la acción, maravillosamente rodada compensan el mayor fallo de esta cinta, esto es, lo predecible que es. Nada te soprende pero la verdad es que, al menos en mi caso, lo perdono porque ver a las Agojie en faena es una auténtica gozada.
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