En gustos cinéfilos soy un hombre de contrastes y, pese a haber pasado la treintena ya habréis visto que es mucho el cine de animación que pasa por el blog. El tener dos peques me ayuda a justificar en parte el ir al cine a ver tantos dibujos animados, pero lo cierto es que disfruto de la mayoría casi tanto como ellos.
En mi niñez vi de estreno las películas de, probablemente, una de las mejores épocas de Disney y una de las películas que más me marcó y me gustó fue sin duda "La Sirenita". No sabría decir cuántas veces la he visto entre las que disfruté con mi prima de niños, las que la he visto solo incluso de adulto, las que llevo con mis niños y las que nos quedan.
Tengo que reconocer que gracias a que tengo la versión en DVD donde se conserva el doblaje latino puedo soportar verla en castellano, porque el nuevo, realizado en España me parece nefasto. Os aseguro que me suele pasar todo lo contrario, pero hay cosas que, o se hacen muy bien y con cierta profesionalidad o matan la magia que disfrutamos de niños.
Jamás podré dejar de disfrutar de las aventuras de Ariel, Flounder y Sebastián, para que esta primera pudiera conseguir la felicidad con su amor a primera vista, el príncipe Eric.
Si he de quedarme con una escena, no solo por su romanticismo, sino por la aparición estelar de Scuttle, es la del tema Bésala. Ambas versiones, la original y la del doblaje latino son maravillosas y con el punto loco y divertido de la gaviota mantiene ese aire desenfadado tan presente en casi toda la película.
La oscuridad llegará de la mano de Úrsula, probablemente una de las villanas de Disney más malévolas y que más miedo puede dar a los pequeños de la casa. La secundan sus lugartenientes Flotsam y Jetsam. Otros villanos, como los de Hércules por ejemplo, son casi ridículos, pero en "La Sirenita" solo lo son ocasionalmente.
De una época en que la animación tenía mucho más corazón, y en la que la definición era menos importante que la naturalidad de los personajes nos quedó, entre otras, esta joya de la factoría Disney que nos da la oportunidad a día de hoy no solo de disfrutar un producto, para mi, sobresaliente sino de recordar una de las mejores bandas sonoras del cine de animación, de la mano de Alan Menken, con varias canciones que son un deleite para quienes crecimos con ellas y que hemos de compartir con nuestros hijos.
Divertida, hermosa, plena de detalles y disfrutable veinticinco años después de su estreno. Poco más se puede pedir; bueno si, que Disney siga trayendo aunque sea a cuentagotas películas de tanta calidad como esta.
Nota: 10
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