Las ferias itinerantes que salen en las series y películas estadounidenses siempre generan casi la misma fascinación que aversión y en esta cinta de Tobe Hooper esa regla no escrita se mantiene; quizá tirando más a lo segundo pero el ser humano y su morbosa curiosidad normalmente vencen al rechazo y a eso que te dice que no debes entrar ahí, que es la peor idea. Los inquietantes personajes que pueblan las atracciones dan incluso más miedo que los animatrónicos de La casa del terror que da nombre a la película y que, irónicamente, en su versión original se llama Funhouse. No hay nada aquí especialmente sorpresivo y lo que es la acción sangrienta y las persecuciones tardan en empezar para una película de poco más de ochenta minutos. En mi caso perdono dicha tardanza porque, como ya mencioné, lo más interesante para mi es ver lo sucio y repulsivo que es ya la fachada, lo que se ve, de la feria, así que podemos intuir cómo será cuando entremos en las diferentes casetas y en la intimidad de los feriantes. Por lo demás, una música que acompaña muy bien y las típicas situaciones, con sus notitas de gore light, que esperaríamos en una producción de estas características, funcionan bien. El reparto, la dirección de Hooper y el monstruo también cumplen.
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