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viernes, 15 de enero de 2016

El tercer hombre, un misterio demasiado visto

Estoy prácticamente segura de que aunque no hayáis visto la película su banda sonora os resulta  familiar. Su música es más que peculiar sobre todo para una cinta enclavada dentro del cine negro. Su melodía interpretada por Anton Karas con una cítara, llegará a ser una de las más famosas bandas sonoras dentro del cine clásico. Este film de 1949 nos narra la historia y periplo de Holly Martins buscando el motivo de la muerte de su amigo Harry Lime que aunque accidental, las circunstancias que lo rodean le parecen más que sospechosas. El protagonista Orson Welles, no aparece hasta mediada la película sin embargo su papel más que relevante nos llevará a despertar en nosotros una cierta aversión, aunque no es por el motivo del que era objeto de bromas por parte de sus compañeros de profesión. (El pobre Orson era siempre blanco de demasiadas bromas debido a su sobrepeso, relacionándolo siempre con productos charcuteros procedente del cerdo). Esas cosas no se hacen, están muy feas y es de mala educación.
Disfruté de su visionado hace mucho tiempo, de hecho solo recordaba alguna de sus más famosas escenas como las persecuciones por el sistema de alcantarillado de Viena. No es casualidad que se desarrolle en esta ciudad, que parece ser refugio para todo tipo de traficantes y maleantes. En escena aparece una mujer que de algún modo será el hilo conductor que llevará a Holly/Joseph Cotten a esclarecer la muerte de su amigo, con su propia historia tocada por el acoso nazi. Considerada una obra maestra por muchos profesionales del cine, era un imperdible para el Motel. El Tercer Hombre llega a los clásicos para quedarse lo mismo que mi motelero favorito que para mí es el primer hombre.
Si es que, cómo puede uno empezar a escribir sin sentir ese calorcillo que se instala en la tripa y se extiende por todo el cuerpo con esa última frase que siempre guardas para dedicarme especialmente a mi, ains. Lo cierto es que es ese pie el que siempre me facilita la escritura y el que me inspira cada día para seguir trayendo estas críticas tan especialitas que os hacemos en el Motel, ya sea juntos o por separado.
Respeto enormemente la opinión de los demás, ya sean profesionales o compañeros que escriben como nosotros por amor al arte y para compartir su visión de cada película o serie que pasa ante sus ojos, y es posible que quienes tildan de obra maestra a esta cinta tengan razón de una manera objetiva pero yo, aunque veo momentos de indudable maestría, no consigo ver que todo sea tan redondo. Conste en mi favor que yo huyo incluso con las películas que a mi me entusiasman sobremanera de catalogarlas como obras cumbres, lo mismo que en general huyo de usar vocablos como mierda para definir un film, aunque esto último a veces es inevitable.
Quizá lo que me sucede sea que cuanto más cine clásico veo, más consciente soy de que se salía poco de los mismos géneros y eso hace que, como en el caso de esta peli, empiece a resultarme difícil no ver que, al igual que hoy, la originalidad en las tramas es escasa. No obstante, es indudable que tiene un par de buenos giros argumentales a pesar de que puedas esperarlos.
Genialmente ambientada, nos hace sentir lo que debía ser vivir en una ciudad de Europa del este que, cual pastel, se habían repartido en porciones quienes salieron victoriosos de la mayor contienda bélica del pasado siglo. En ese sentido también es remarcable esa escena que mi adorada Aurora recordaba después de tantos años; me refiero evidentemente a todo lo que acontece en las alcantarillas. Los juegos de luces y sombras son magníficos pero lo que consiguieron Carol Reed y su equipo con el sonido me parece sublime. Si en aquellos años hubiera podido el público disfrutar algo así con el sonido envolvente actual más de uno se habría angustiado realmente en la sala. Solo por esa parte ya me mereció la pena el visionado.
En mi opinión la cinta gana muchos enteros cuando aparece un, aun delgado, Orson Welles, que con muchos menos minutos en pantalla consigue construir su personaje de manera mucho más satisfactoria que Cotten. También me gustaría destacar a Alida Valli bordando esa mujer tan habitual en el cine clásico que pudiera parecer desvalida y a rebufo de los hombres pero que en realidad es mucho más fuerte y valiente que la mayoría de caballeros que la rodean. Como la vida misma, vamos.
Una genial banda sonora y una puesta en escena, en todos los aspectos técnicos, por encima de la media no consiguieron para mi ser suficiente para enamorarme porque tuve con todo lo demás la sensación constante de estar viendo más de lo mismo. Y en mi caso cariño además de ser la única en la lista has conseguido que piense que no será necesario ese refrán de a la tercera va la vencida.

lunes, 9 de marzo de 2015

Luz que agoniza podría haber sido un episodio de "Se ha escrito un crimen".

Esta es sin duda una de esas joyas del cine clásico que uno no se puede perder y estoy segura de que al Sr. Purgatorio también le gustó la visita al Londres victoriano.  Es tan listo que enseguida se dio cuenta de la clase de persona que Charles Boyer en su papel de Gregory, es.
"Luz que agoniza" o "Luz de gas" que es su traducción literal nos habla de la capacidad de una persona de manipular la mente de otra hasta el punto de hacerla creer que es algo que en realidad no es. No sé vosotros pero yo siempre he oído la expresión "hacer luz de gas a alguien", esto es, convencer a alguien de que ha hecho algo que no ha hecho o que ha dicho algo que realmente no ha dicho y todo esto con tal habilidad que uno realmente llega a dudar de sus actos y de sus dichos.
En esta película se nos muestra a una joven Ingrid Bergman soberbia en su actuación, lo cual le valió un merecidísimo Oscar. Una mujer que por momentos se la ve débil y pusilánime pero tan enamorada que acata sin rechistar cualquier orden o sugerencia de su esposo sin llegar a sospechar de la maldad que habita en su corazón y completamente convencida de que lo que hace es por su propio bien.
Angela Lansbury en su papel de criada descarada e impertinente tampoco tiene desperdicio, dan ganas de darle una bofetada. En su papel en la serie "Se ha escrito un crimen", también presenta esa faceta de señora impertinente y metete. Será que es lo que le va.
La atmósfera sombría y de algún modo siniestra recrea un ambiente de inquietud que envuelve al  espectador haciendo que éste llegue a sentirse frágil y vulnerable como la propia protagonista. Para mi gusto es una obra maestra del suspense y del thriller psicológico con un final que incuestionablemente es lo mejor del film. Pero esta es como siempre mi más humilde opinión ahora vendrá la que realmente interesa, la del hombre capaz de analizar hasta la llama de la lámpara de gas.
Como bien dice mi señora, me gustó y mucho la visita a ese Londres del que en realidad tan poco se nos muestra, ya que casi todo lo importante sucede en una mansión que esconde más secretos de los que pudiera parecer a simple vista, además de muchos recuerdos para nuestra protagonista, la bellísima y voluptuosa Ingrid Bergman, que está ciertamente sublime. La gestualidad de su rostro  sería vergonzosa para actrices de hoy como la chavala de Crepúsculo, porque Bergman es capaz de transmitirnos todas y cada una de las emociones por las que va pasando gracias principalmente a sus ojos, pero también al resto de su cara, de la cual no deja ni un músculo sin usar a lo largo del metraje.
Pero cuidado, que el brillo de esa rutilante estrella no os impida ver la no menos brillante interpretación de Charles Boyer, sin duda magnífico, tanto que solo con observarlo no es difícil saber cuáles son sus intenciones desde un principio y quizá sea ese uno de los problemas si estáis ya muy acostumbrados a ver thrillers o películas de suspense por ser más castellanos.
En "Luz que agoniza" se nos esconden algunas cosas pero solo las más importantes, porque el resto no son difíciles de descubrir. Lo que pasa es que quizá, si nos hubieran hecho pensar demasiado, nos habríamos perdido las maravillosas interpretaciones de todo el reparto. Algo similar a lo que sucedía con las apariciones de Hitchcock en sus propias películas, que distraían al espectador de lo realmente importante. Realmente, como en casi todo el cine clásico, el drama subyacente es casi siempre el más importante, el vehículo que nos transporta enseñándonos el misterio pero regodeándose en las interacciones entre los personajes, sobre todo los protagonistas.
Fue un placer descubrir a mi querida Angela Lansbury haciendo un papel mucho más cínico que por el que muchos de mi generación la conocemos principalmente, el de la señorita Fletcher. Si, Sra. Purgatorio, aquí es cargante igual que la susodicha señora, pero mientras en la serie era incluso tierna, aquí es de un cinismo más que patente y además divertido, poniendo el contrapunto al humor más típico y blanco del personaje de la señorona cotilla que conocemos en el tren. Joseph Cotten también lo borda como secundario, completando un reparto de muchísimos quilates.
Ojalá se siguiera haciendo hoy día este tipo de cine, donde importaban más la calidad de las interpretaciones y lo que nos transmitían, que sorprendernos con efectos especiales que aquí se reducen al titilar de una llama de gas. Ah, y ojalá hubiera pedido antes en "matrimonio" bloguero a la Sra. Purgatorio, porque no solo el Motel tiene más variedad, sino que además, ahora, me estoy obligando a ver cine clásico y disfrutando como un enano.