Estoy prácticamente segura de que aunque no hayáis visto la película su banda sonora os resulta familiar. Su música es más que peculiar sobre todo para una cinta enclavada dentro del cine negro. Su melodía interpretada por Anton Karas con una cítara, llegará a ser una de las más famosas bandas sonoras dentro del cine clásico. Este film de 1949 nos narra la historia y periplo de Holly Martins buscando el motivo de la muerte de su amigo Harry Lime que aunque accidental, las circunstancias que lo rodean le parecen más que sospechosas. El protagonista Orson Welles, no aparece hasta mediada la película sin embargo su papel más que relevante nos llevará a despertar en nosotros una cierta aversión, aunque no es por el motivo del que era objeto de bromas por parte de sus compañeros de profesión. (El pobre Orson era siempre blanco de demasiadas bromas debido a su sobrepeso, relacionándolo siempre con productos charcuteros procedente del cerdo). Esas cosas no se hacen, están muy feas y es de mala educación.
Disfruté de su visionado hace mucho tiempo, de hecho solo recordaba alguna de sus más famosas escenas como las persecuciones por el sistema de alcantarillado de Viena. No es casualidad que se desarrolle en esta ciudad, que parece ser refugio para todo tipo de traficantes y maleantes. En escena aparece una mujer que de algún modo será el hilo conductor que llevará a Holly/Joseph Cotten a esclarecer la muerte de su amigo, con su propia historia tocada por el acoso nazi. Considerada una obra maestra por muchos profesionales del cine, era un imperdible para el Motel. El Tercer Hombre llega a los clásicos para quedarse lo mismo que mi motelero favorito que para mí es el primer hombre.
Si es que, cómo puede uno empezar a escribir sin sentir ese calorcillo que se instala en la tripa y se extiende por todo el cuerpo con esa última frase que siempre guardas para dedicarme especialmente a mi, ains. Lo cierto es que es ese pie el que siempre me facilita la escritura y el que me inspira cada día para seguir trayendo estas críticas tan especialitas que os hacemos en el Motel, ya sea juntos o por separado.
Respeto enormemente la opinión de los demás, ya sean profesionales o compañeros que escriben como nosotros por amor al arte y para compartir su visión de cada película o serie que pasa ante sus ojos, y es posible que quienes tildan de obra maestra a esta cinta tengan razón de una manera objetiva pero yo, aunque veo momentos de indudable maestría, no consigo ver que todo sea tan redondo. Conste en mi favor que yo huyo incluso con las películas que a mi me entusiasman sobremanera de catalogarlas como obras cumbres, lo mismo que en general huyo de usar vocablos como mierda para definir un film, aunque esto último a veces es inevitable.
Quizá lo que me sucede sea que cuanto más cine clásico veo, más consciente soy de que se salía poco de los mismos géneros y eso hace que, como en el caso de esta peli, empiece a resultarme difícil no ver que, al igual que hoy, la originalidad en las tramas es escasa. No obstante, es indudable que tiene un par de buenos giros argumentales a pesar de que puedas esperarlos.
Genialmente ambientada, nos hace sentir lo que debía ser vivir en una ciudad de Europa del este que, cual pastel, se habían repartido en porciones quienes salieron victoriosos de la mayor contienda bélica del pasado siglo. En ese sentido también es remarcable esa escena que mi adorada Aurora recordaba después de tantos años; me refiero evidentemente a todo lo que acontece en las alcantarillas. Los juegos de luces y sombras son magníficos pero lo que consiguieron Carol Reed y su equipo con el sonido me parece sublime. Si en aquellos años hubiera podido el público disfrutar algo así con el sonido envolvente actual más de uno se habría angustiado realmente en la sala. Solo por esa parte ya me mereció la pena el visionado.
En mi opinión la cinta gana muchos enteros cuando aparece un, aun delgado, Orson Welles, que con muchos menos minutos en pantalla consigue construir su personaje de manera mucho más satisfactoria que Cotten. También me gustaría destacar a Alida Valli bordando esa mujer tan habitual en el cine clásico que pudiera parecer desvalida y a rebufo de los hombres pero que en realidad es mucho más fuerte y valiente que la mayoría de caballeros que la rodean. Como la vida misma, vamos.
Una genial banda sonora y una puesta en escena, en todos los aspectos técnicos, por encima de la media no consiguieron para mi ser suficiente para enamorarme porque tuve con todo lo demás la sensación constante de estar viendo más de lo mismo. Y en mi caso cariño además de ser la única en la lista has conseguido que piense que no será necesario ese refrán de a la tercera va la vencida.
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