Hace ya algún tiempo que tengo habitación en este Motel y hoy he conseguido colarme por la puerta de atrás y en confianza, ahora que el recepcionista no está ni nos escucha, este sitio es una pasada.
Jamás he visto a nadie escribir con tanta pasión de algo que le gusta tanto. Ha sido maravilloso para mí compartir y ver el trabajo llevado a cabo en el Motel desde dentro. Estoy entusiasmada.
La película que hoy nos ocupa ha sido un auténtico deleite no solo verla junto al propietario del Motel sino compartir con él la crítica. No me costó mucho convencerlo para ver una de mis películas favoritas. Una maravillosa historia de amor, de esas que me gustan a mí, quizás porque me identifico bastante con la protagonista en su manera de vivir el amor.
Os dejo que acaba de llegar el dueño legítimo del motel, una bellísima persona y un hombre absolutamente extraordinario. Disfrutad de su crítica como hago yo cada día desde que llegué a este Motel.
Como bien dice mi querida Aurora, hoy hablamos de una de esas cintas por las que parecen no pasar los años, una comedia romántica que desde la primera escena nos muestra ya a una hermosa pareja de recién casados, interpretada por Robert Redford y Jane Fonda respectivamente, seguida de una sucesión de situaciones que nos muestran a una mujer cuyo amor no tiene mesura y a un hombre que, pese a parecer algo diferente a ella en ese aspecto, la quiere también con locura.
Las situaciones cómicas se irán sucediendo sin pausa, con las escaleras del piso de recién casados como protagonistas. Imposible no reírse a carcajadas después de ver al cartero intentando entregar los paquetes sin morir en el intento tras subir seis pisos, perdón, cinco pisos y una entreplanta.
No tardará mucho en entrar en escena la madre de la chica, maravillosamente interpretada por Mildred Natwick, y que hará las delicias de todos en ese cara a cara con el vecino "viejo verde" y más raro que un perro verde que Charles Boyer traslada de los escenarios de Broadway a la gran pantalla de una manera sublime.
La historia nos habla de cosas que todos los que hemos vivido los inicios de un matrimonio conocemos en mayor o menor medida: la pasión de los inicios, que a la protagonista parece no acabársele; la necesidad de labrarse un futuro de él para poder afrontar la nueva vida; un piso que no es tan maravilloso al entrar a vivir como cuando te lo enseñaron; vamos, ese tipo de cosas. Pese a todos los clichés, que no son demérito aquí ya que esta es una de las precursoras de la comedia romántica actual, de lo que en el fondo nos hablan es de que la vida está hecha para vivirla, y no solo por lo que vemos en el personaje de la madre/suegra, sino en una pareja que, como bien dice Jane Fonda, parece que una vez pasada la luna de miel hubiera perdido ya gran parte no solo de la pasión desenfrenada, sino también del amor que está en los pequeños detalles y que se cuida día a día.
Si hay una escena que demuestra el amor entre ambos, o sobre todo, el que él siente por ella, es después de la discusión, tan seria y estúpida a la vez como las que muchos de nosotros hemos tenido, porque en lugar de marcharse con un ahí te quedas, el vuelve a interesarse acerca de qué le sucede, no solo una, sino dos o tres veces, demostrando que las cosas no siempre están tan mal como parecen y que el amor sigue ahí, bajo esa pátina de falso odio o enfado.
Es ese cambio el que cuesta un poco digerir en la película, porque pasamos de una comedia cien por cien a una parte, no muy larga, de drama que te deja tocado; tocado porque no entiendes muy bien que las cosas se puedan ir al garete así, de repente, aunque lo cierto es que sucede más de lo que debería. Afortunadamente, los minutos finales, borrachera de Robert Redford mediante, vuelven a una comedia de esas que hacen época y que es una maravilla disfrutar en VOSE.
Actuaciones brillantes, más incluso los secundarios que los protagonistas, una gran dirección y una música muy de la época, con esas melodías que ya son divertidas por si mismas hacen de esta una de las mejores comedias románticas que he visto.
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