La cinta sin duda te sumerje en esas celdas y galerías en las que jamás quisieras estar, y mucho menos por tus ideales, creencias o condición. A mí personalmente me generó impotencia por las injusticias cometidas, por no tener voz y mucho menos derechos.
Para escribir esta entrada me informé sobre el estado actual de La Modelo. Se cerró en 2017, no hace tanto en realidad, y se puede visitar con guía siendo considerado un lugar de interés histórico.
Hasta aquí mi reseña básica, desde las tripas, como siempre. Ojalá llegara un día en el que las cárceles no fueran necesarias porque solo hubiera bondad en el mundo, pero como esto es mucho pedir, yo solo quiero estar presa, si acaso, de tus encantos, mi querido Sr. Purgatorio.
Yo estoy preso de tu gravedad y no me puedo eleval, como no pude elevar mucho mi valoración sobre esta película en términos generales. Paso ahora a explicarme un poco.
Pienso que la trama intenta nadar entre dos aguas, pareciendo Mireia Belmonte en una de ellas y una piedra que, cuando la tiras al agua se hunde lentamente, en la otra. La parte que nos cuenta la amistad del preso joven que quiere cambiarlo todo con otro ya institucionalizado y que solo espera pasar el resto de su vida en prisión sin que le hagan la vida imposible los funcionarios funciona a la perfección; Gutiérrez y Herrán son los culpables de esto. Por contra, lo que se nos quiere transmitir de lo duro e injusto del sistema carcelario en la época de la transición queda muy desdibujado porque no se profundiza de verdad, sino que se nos cuentan las cosas como si se cogieran retazos de un telediario dónde vamos viendo cómo evoluciona el proceso pero casi que te da igual y prefieres que vuelvan dentro de las celdas a contarte lo que pasa allí.
Creo que el topic carcelario está ya muy explotado y que si no consigues darle un ritmo como el de "Celda 211" por ejemplo, acaba siendo un más de lo mismo constante que aburre. Además de esto, las actuaciones como la de Fernando Tejero, cuyo personaje, por su interpretación, sobra totalmente y me gustaría ver a Jesús Carroza haciendo algo que no sea el típico y tópico andaluz o gitano graciosete. O estamos ante uno de los casos de encasillamiento más sangrantes del cine patrio actual o es que, como pasa a demasiados intérpretes españoles, hace de sí mismo una y otra vez en cada papel.
Me da pena no poder decir que me ha gustado más, porque adoro "La isla mínima", también de Alberto Rodríguez, pero esta vez su dirección no me ha mantenido pegado a mi butaca deseando ver qué pasaba después, sino deseando que llegara el final para volver a casa.
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