martes, 27 de octubre de 2015

Viernes 13, cuando en Crystal Lake ponían Bacon en el desayuno

En la semana de Halloween, cuando uno es amante del cine de terror tiene la mejor disculpa del año para centrar el blog solo en eso y en mi caso voy a intentar que desde hoy hasta el día 31 haya un slasher cada día. Hoy como podéis comprobar los aficionados al género, e incluso quienes no lo sois, toca un clásico de este tipo de películas.
Ciertamente, si es costumbre eso de contar historias de miedo alrededor de las fogatas de campamento, qué mejor lugar que uno, Crystal Lake, para ambientar una historia de esas donde muere hasta el apuntador. No es que nos den lujo de detalles desde el principio pero ya notamos que la apuesta emprendedora de uno de nuestros carne de cañón reflotando un lugar donde antaño pasaron cosas inexplicables de esas que hacen que el loco del pueblo aparezca, sin saber muy bien de dónde, diciendo que los que allí se dirigen están condenados y demás lindezas que a uno le harían pensárselo dos veces antes de embarcarse en un nuevo trabajo así.
No obstante, todos sabemos que en esta clase de films, las potenciales víctimas son estúpidas y tienden a separarse cuando están cayendo como moscas y estrategias muy elaboradas para sobrevivir al psicokiller de turno, sea este terrenal o sobrenatural.
Un tema que me resulta tremendamente curioso y que veremos fielmente reflejado aquí es ese de que los fornicadores son los que más papeletas tienen siempre para morir desmembrados, atravesados por armas punzantes o de maneras a cada cual más gore a ser posible. Y es que esto huele mucho a la doble moralidad esa americana, tan inserta en su idiosincrasia, que hasta jugar al streepmonopoly es pecado mortal en estas producciones.
Sé que en su momento debí ver esta cinta pero no recordaba nada o casi nada de ella salvo el icónico final, con lo cual me he llevado varias sorpresas, como ver por ejemplo a un jovencísimo Kevin Bacon y que me hizo pensar en que no son poc@s quienes se inician en esto de la actuación en papeles de este tipo en los que poco más allá que morir con gracia pueden hacer. Hoy en día que andamos ya curados de espanto todo nos parecerá muy visto pero la manera en que muchas escenas se rodaron en primera persona durante los primeros ataques funciona muy bien para escondernos la identidad del "sudes" como dirían los compañeros de "Mentes criminales".
Como en casi todos los slasher venimos a lo que venimos y no se le puede pedir más que tensión, unos cuantos asesinatos impactantes aunque quizá alguno echara en su momento en falta algo más de chicha porque, a pesar de que hay escenas de cama, no se ve tanto ni están las chavalas tan buenorras como lo estuvo en su momento Jamie Lee Curtis en Halloween. No es cuestión de ser machistas o no, es que era seña de identidad de este género enseñar tetas pues se dirigía principalmente al público adolescente masculino en aquellos tiempos.
Entretenida y más seria que lo que fueron sus continuaciones, es evidente que nos encontramos ante uno de los gérmenes de lo que serían luego los slashers más típicos, esto es, grupito de jóvenes que son castigados por estar en el lugar equivocado en el momento erróneo y encima dándole al tema que eso en este género siempre es un agravante. Mejor que muchos de los que tratan de vendernos hoy en día Eli Roth y similares con esa típica frasecita, "La película más aterradora del año", y recomendable para nostálgicos en la noche donde el velo entre los muertos y los vivos es más fino que nunca.

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