Ayer hablábamos de la primera entrega de la trilogía original de este guerrero del futuro enfundado en cuero y decíamos que en ella poco se nos explicaba de qué había sucedido en el pasado, cosa que parece que debieron darse cuenta George Miller y su equipo porque lo primero que hacen aquí es, no solo recordarnos qué le pasó a Max/Gibson, en la anterior cinta, sino que incluso nos explican cómo se llegó a esa situación y lo importante que es el petróleo, líquido que será la razón de ser de toda la trama de esta película que mejora en todo a su antecesora. Yo no pido que me den todo masticadito pero si que al menos de alguna manera te expliquen dónde estas y en la primera, ni siquiera parecía que hubiera habido apocalipsis, ni nuclear ni de ninguna clase.
No penséis que vamos a tener una historia muy profunda aquí tampoco, pero la estética, destacable ya en su hermana mayor, adquiere en este film una calidad que dentro de su cutrez, muy acorde con la época de carestía en la que viven los personajes, marcará a muchas películas, cómics, libros y videojuegos que fueron llegando después. El contraste entre los personajes totalmente fuera de si, quienes intentan asaltar una colonia de supervivientes para quedarse con su gasolina, y estos últimos es claro, no solo por el uso de cuero de los primeros y de telas más normales de los otros, sino por los colores, negros los de unos, más claros o directamente blancos los de los otros; se podría decir que Max, pese a vestir de manera muy similar a los asaltantes, está a camino entre ambos, él hace lo necesario para sobrevivir pero no llega aun al extremo de demencia que presentan los bandidos del páramo.
Pese a que a lo largo del metraje tendrán más protagonismo otros malhechores, es sin duda "Humungus", con su envergadura y esa máscara que oculta un rostro que se supone desfigurado, quien centrará la atención del espectador y que, al igual que sus acólitos, son un enemigo mucho más temible y menos risible que la mayoría de los moteros de la anterior película.
De nuevo tendremos mucha acción, sobre todo en forma de persecuciones por el desierto o en la carretera, y un trabajo de diseño en ese sentido, en lo que se refiere a los vehículos, que encajará a la perfección con la personalidad y los medios al alcance de cada uno de los grupos en liza.
En cuanto al reparto es difícil destacar a nadie porque, los que no van enmascarados, disponen de pocos minutos en los que lucir dotes interpretativas por la velocidad con que transcurre todo, aunque Gibson y Bruce Spence, al que muchos conoceréis si visteis "La Leyenda del Buscador", destacan sobre el resto. Capítulo aparte para el niño que parece salido de la época de las cavernas y en cuyo pelo debió basarse Gibson para el peinado de "Braveheart" porque parece que hubieran cogido el pelo de William Wallace y se lo hubieran puesto al crío que, además, es un tanto cargante.
Con "Mad Max 2: el guerrero de la carretera" se demuestra que segundas partes a veces no solo fueron buenas, sino que incluso pueden ser mejores y que entretiene en sus, de nuevo, escasos noventa minutos, cosa esta, de la que deberían aprender en el cine actual. Si hacen falta dos horas se usan pero si se trata de añadir por añadir pues mejor dejar las cosas en menos tiempo y manetener un mejor ritmo narrativo. Como yo también me pregunto qué habrá sido de ese guerrero, voy a ver la tercera para poder hablaros de ella mañana.
Nota: 7
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