lunes, 13 de julio de 2015

Cherry pie, ¿se puede escapar de uno mismo?

Lorenz Merz nos propone una huida sin descanso en la que acompañaremos al único personaje que realmente importa, una Zoé/Lolita Chammah que llevará todo el peso del film sobre sus espaldas, tanto es así, que habrá momentos, como el fragmento en el ferry donde incluso tendremos la sensación de que sea ella la única persona en el mundo.
Os he dicho que se trata de una huida, pero aunque parece que sea de alguien que Zoé quiere dejar atrás —en los primeros instantes oiremos como un hombre le grita desde la lejanía— la realidad es que esta chica huye de si misma, de los errores que ha cometido cuando ha elegido a los hombres y que, por lo que intuimos, está segura de que volverá a cometer.
Como en la mayoría del cine independiente y hecho con pocos medios, no es de visionado sencillo porque aquí nos tendremos que valer casi exclusivamente del poder de las imágenes y de la actuación de Chammah. Los diálogos son prácticamente inexistentes y además aportan poco o nada a la trama, no nos cuentan cosas que sean de interés, salvo quizá la conversación del final.
Además de lo mencionado hasta ahora, Merz jugará un poco con el espectador hasta el punto de que hay momentos en que, por un lado nos parecerá claro que eso que vemos tiene que ser real pero por otro nuestro cerebro pugnará con la idea de que posiblemente asistimos a recuerdos de la joven.
Zoé pasará por diversos estados de ánimo que serán muy bien transmitidos por Lolita Chammah resultando muy creíbles y realistas. Ello consigue unas veces empatices con ella y en otras ocasiones incluso te cause repulsión, pero esta muchacha es un ser maltratado al que han creado su entorno y las personas que seguramente la rodearon desde niña, aunque de su pasado no tendremos ninguna referencia.
Merz nos conducirá de esta manera a un final que se podría considerar hermoso pero triste a la vez que necesita de nosotros una mentalidad abierta para apreciar esa belleza sutil que se nos ofrece después del guiño al título del film.
Estamos ante una cinta que, con casi toda probabilidad, aburrirá a la mayoría pero que al menos no hace experimentos raros ni engaña al espectador con mensajes grandilocuentes. Somos nosotros, como espectadores, Zoé y la carretera, ahora depende de quienes se atrevan a huir a su lado decidir si esta porción de tarta de cereza les parece de calidad o de marca blanca.
Nota: 6


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