Aquí tenéis la película que completa mi pódium de la sección oficial del festival y que curiosamente, vuelve a ser una historia de amor, como Blind Dates, y que está dirigida por un joven realizador español, como Todo parecía perfecto. Y es que al final, el amor, de una manera u otra consigue tocarme casi siempre la fibra sensible; si trata un tema como el del film de Eduard Solà más todavía.
Calificada como drama podría decirse que tiene bastante también de comedia pero en todo caso, es un drama agradable sobre algo que hoy no está de moda, el amor, pero no ese que todo el mundo se justifica y dicen que dura un par de años mientras dura la pasión, sino del que se cuida y dura hasta el último día.
Inspirándose en sus abuelos, o al menos a ellos se lo dedica, el director y su equipo, incluidos unos actores en los que muchos veremos identificados a nuestros propios abuelos y, por qué no decirlo, nuestros propios anhelos de lo que nos gustaría que fuera la vida al lado de esa persona que consigue que no haya vacíos emocionales. Porque lo hermoso de esta historia es que demuestra lo de esa frase que tanto circula en una imagen, con dos abuelitos haciéndose arrumacos, la cual viene a decir que las relaciones duran si las cosas se arreglan cuando se rompen y no se van tirando a la basura. No la relación en si, sino pequeñas cosas de la misma que son las que la cimentan.
Yo solo conocí a mis abuelos maternos y no puedo decir que su interacción fuera tan afectuosa como la que se nos muestra en esta cinta, ni entre ellos ni con sus hijos, pero eran otros tiempos y tuvieron trece hijos y veintitantos nietos y dividirse para repartir tanto cariño es muy complejo. Si recuerdo, no en vano, como mi abuelo cuidaba en la medida de sus posibilidades de su mujer y seguramente fue más cariñoso con ella en los últimos años juntos que en todo el tiempo vivido hasta entonces.
Me alegra a la vez que me sorprende que el festival haya apostado por una historia tierna, mucho más independiente que experimental y que, curiosamente, ha calado de una manera espectacular entre todos los que la han visto en una época en la que los "follamigos", los "aquí te pillo aquí te mato" y el sexo por el sexo —hacedme el favor de no confundirlo con hacer el amor— se imponen a quienes buscan algo un poco más profundo que el derecho a roce y que tienen ya la madurez emocional necesaria para darse cuenta de que sí, el sexo es imprescindible en una relación de pareja, pero no, no llena los vacíos emocionales, si acaso los hace más profundos y oscuros.
Quiero darle las gracias a Eduard, por demostrar que se puede hacer un cine con sensibilidad y muy diferente que quizá no triunfe en salas pero que ya permite a algunos, como Daniel Sánchez Arévalo, hacer un cine que enamora sin necesidad de recurrir al humor fácil y que nos lleva a usar cada vez menos eso de "está bien para ser española".
Nota: 7,5
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