viernes, 17 de abril de 2015

10.000 Km. Hay distancias que no importan, otras si.

Empezaré la crítica con una valoración puramente personal y a la vez una duda existencial respecto a los guionistas de cine y series de este país en forma de pregunta, ¿alguna vez cuando os sentáis a escribir un guión os planteáis varios hipotéticos inicios sin que tenga que haber sexo o desnudos integrales o parciales en los primeros diez minutos?
Los fervientes defensores de esta historia que nos cuentan en la pequeña película de Carlos Marqués-Marcet, como director y guionista, y Clara Roquet como guionista seguramente lo considerarán ideal o absolutamente necesario incluso pero es que, de verdad, lo creáis o no, no hace falta una escena de sexo entre la pareja para que contraste con lo que pasa después durante el desayuno posterior.
Expuesta mi opinión personal sobre el inicio, pasamos a partir de ahí a una trama que tiene poco de novedosa salvo la forma de contarla, pues veremos cómo la pareja protagonista se relaciona en la distancia a través de sus portátiles "Apple" de una manera que se va haciendo cada vez más fría y que derivará en situaciones que, probablemente, todos los que hemos convivido en pareja habremos sufrido incluso sin tener tantos miles de kilómetros por medio.
Quizá sea por lo último que digo en el párrafo anterior que a mi me resultó una película bastante difícil de ver, porque me trajo a la mente recuerdos bastante amargos y me reafirma en mi creencia de que una pareja con personas que sean diferentes en cosas menores puede funcionar pero jamás si en lo importante, en las aspiraciones, en los objetivos, hay abismos insalvables. Al final siempre hay una parte que renuncia a esas aspiraciones u otra que aguanta porque es de esos que aman de una manera que les impide dejar de amar si no son obligados o dejar, sin más, si no son dejados.
En el aspecto del realismo de las situaciones entre los protagonistas y lo creíbles que resultan Natalia Tena y David Verdaguer como Alex y Sergi respectivamente, "Chapeau". Me quedo más con la interpretación de ella pero ambos están excelentes y es imposible no empatizar con ellos en un momento u otro de la cinta. Es posible que, según nuestras propias experiencias, lo hagamos más con la una que con el otro o viceversa, pero al fin y al cabo, nunca hay culpables absolutos.
En los demás aspectos no creo que se pueda decir a estas alturas ya que lo de recurrir a las nuevas tecnologías sea original o novedoso, ni tampoco lo de las relaciones que se hacen difíciles por las distancias; para mi, la fuerza de la película está en las interpretaciones de los dos actores ya mencionados y en la dirección de Carlos Marqués-Marcet. El montaje, al contársenos la historia en forma de "píldoras" puede ser también algo agotador para muchos espectadores que necesiten de más nexos de unión en lo que se está contando en pantalla, lo cual se soluciona poniendo pantallazos en negro donde nos dicen cuántos días han transcurrido desde que ella se fue a trabajar a los EEUU.
Esta es de esas películas que en cuanto terminé de verla, tuve claro que no volvería a repetir pese a que le tenía ganas por ser una de las nominadas a los "Blogos de Oro" y una de las que mejor aceptación había recibido dentro del cine patrio el año pasado pese a ser tan pequeña. Personalmente no la recomiendo si buscas un drama romántico más llevadero o que no te remueva demasiados sentimientos o recuerdos, porque esta es de las que lo hace, puesto que, no se trata de una gran historia de amor sino de una de esas que cualquiera de nosotros o quizá esos vecinos de al lado a los que has oído discutir a la hora del desayuno ha vivido, está viviendo o puede llegar a vivir.

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