Cousins dice que fue a Albania para ver si allí había dragones y al final del documental dice que, como es lógico y normal no los había. Yo en cambio, tras ver su peculiar visión —por la manera de presentarla y narrarla— de el por qué del peligro de la desaparición de un fragmento tan importante de la historia y la cultura albanesas, como es el archivo donde se encuentran si no todo, mucho del cine que se ha hecho en dicho país, creo que si hubo dragones cuyas acciones aun se notan en los rescoldos de lo que dejaron atrás.
Hoy en día, donde a todo el mundo se le llena la boca con libertades y con los nuevos partidos que están por llegar al poder, parece bastante claro que obvian, o se les olvida, que no solo de derechas viven las dictaduras ni la represión y eso es algo que sabe plasmar muy bien Cousins en algunas de las reflexiones que hace a lo largo del metraje.
Resultará curioso para algunos que, claramente, el documentalista diga que coincide plenamente con las ideas iniciales de Enver Hoxha, dictador comunista que mantuvo a su país aislado del mundo y a sus ciudadanos aislados de cualquier representación cultural que estuviera fuera del mecanismo de propaganda del régimen, para después lanzarle un zas en toda la boca que hoy sería muy apropiado para los dictadores encubiertos que tenemos por ejemplo en Venezuela.
No obstante lo dicho en el anterior párrafo, esta cinta no trata sobre la política aunque la influencia de la misma haya sido la que haya llevado a la situación de desamparo de la historia del cine albanés. Es al mismo tiempo una oda al cine, a la manera de su autor, y un documental que podríamos comparar con el trabajo que hacen los de callejeros aunque con menos morbo y más reflexión y ganas de pensar.
Cousins puede ser grandilocuente en algún momento pero no me ha resultado pedante. Quizá no use un lenguaje de la calle pero si uno perfectamente comprensible, acompañado de unas imágenes que transmiten la decadencia de un país que, pese a llevar más de treinta años intentando dejar atrás el pasado, aun es incapaz de decidir qué hacer con determinados símbolos, tanto materiales como más metafísicos. Y en el que unos pocos han de luchar denodadamente por conservar uno de los símbolos más importantes, el séptimo arte.
Es este trabajo de Cousins un film al que hay que acercarse buscando más el fondo que la forma y en el que es necesario conectar con la forma de narrar de este irlandés que a mi me ha dejado con ganas de ver sus otros dos documentales presentes en la sección oficial del festival.
Nota: 6,5
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